jueves, 26 de agosto de 2010

Estrella fugaz

Elsa estaba en la terraza de su casa, con la cabeza recostada en el hombro de su novio, mientras miraban juntos las estrellas. No había muchas, el exceso de luminosidad era uno de los defectos de vivir en el centro de Madrid, pero a ellos les bastaba para pasar un rato agradable.
-¡Mira, Jaime!-susurró de repente Elsa, mientras señalaba con el dedo algún punto del cielo nocturno-. ¡Es una estrella fugaz! ¡Pide un deseo!
-Deseo… deseo…-empezó el chico.
-¡Pero no lo digas en voz alta!-le regañó su novia-. Si lo haces, no se cumple.
Elsa ya había pedido su deseo; deseo que, aunque probablemente Jaime sospechase ya cuál era, no iba a contar a nadie, por si acaso. Pero su novio había sido algo más lento.
-Ya se ha ido…-dijo, algo desilusionado-. No me ha dado tiempo a pedir mi deseo.
-No te preocupes, mi deseo era para los dos.-le tranquilizó Elsa, con una de sus increíbles sonrisas.

Esa noche, en la cama junto a su novia, no pudo evitar pensar en lo efímero de la vida. Esa estrella fugaz no era más que un recordatorio de eso. De que no podría pasar mucho más tiempo junto a Elsa, junto a su cuerpo, tan perfecto a pesar de la enfermedad; junto a su sonrisa, tan sincera a pesar de que no le quedaba mucho tiempo para mostrarla…
Aquella extraña enfermedad aun no había podido con ella, con su vitalidad. Jaime sabía que a veces se alejaba de él para llorar a solas y no preocuparle; él hacía lo mismo. Pero, aun así, ella seguía luchando. Aunque no podría hacerlo por mucho más tiempo. Y entonces sería cuando la vida de Elsa se iría, demasiado pronto, igual que aquella estrella fugaz.

2 comentarios:

  1. Los jóvenes mueren antes de tiempo...

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  2. Bien cierto es que el amor a veces es tan efímero como una estrella fugaz...

    Abrazos...

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