domingo, 8 de agosto de 2010

La carrera


Llegué a la meta el primero, bastante antes que los demás participantes. A mi alrededor todos aplaudían, incluso los perdedores (aunque he de admitir que estos lo hacían sin mucho entusiasmo). Me cogieron en brazos y recuerdo que hubo alguien que hasta me dio un beso. Eso me sorprendió mucho.
Mi premio me encantó: el trozo de lechuga era el doble de grande que el de otras veces. A mi dueño también le dieron su premio: una medalla, igual que todas las que tiene guardadas en su habitación. A él le hacen mucha ilusión, pero yo no lo entiendo. ¿Para que le sirven, si no son comestibles? ¡Los caracoles nunca entenderemos a los humanos!

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