miércoles, 4 de agosto de 2010

Larga espera

-Venga…vamos… ¡suena de una vez!
Silvia no dejaba de moverse de un lado a otro de la habitación. Esperaba una llamada, y el maldito teléfono no sonaba. Siguió dando vueltas de un lado a otro, pensando en razones por las que no la llamarían. ¿Habrían cambiado de opinión? ¿Ya no era la chica perfecta, justo lo que necesitaban, como le habían dicho un par de horas antes? En esos pensamientos estaba cuando el timbre del teléfono la sobresaltó.
-¡Yo lo cojo, yo lo cojo, yo lo cojo!-gritaba mientras se lanzaba hacia el aparato.- ¿Sí?
-¿Silvia? ¿Qué tal? Oye, ¿está tu madre?-la chica se sintió decepcionada al oír la conocida voz de su tía Mónica.-No, no está. Ha salido ha dar un paseo.
-Vale… gracias… ya llamo más tarde.
Silvia colgó el teléfono, y siguió esperando junto a él.
-¿Por qué no suenas? ¡Maldita sea!-dio una patada a un mueble, y se hizo daño. Diez minutos después, se tiró en el sillón, abatida. No la iban a llamar, seguro, habrían encontrado a alguien mejor. ¿Por qué se habría hecho ilusiones?

-¡Ya estoy en casa!-era su madre, que había vuelto de su paseo.- ¿Qué tal? ¿Te han llamado?
-No…-contestó tristemente.-Sólo ha llamado la tía Mónica…
-Bueno, no te preocupes. Todavía pueden llamarte, y, si no, no pasa nada.
-Ya…-Silvia no estaba muy convencida.
-Venga, no te preocupes tanto.-intentó animarla su madre.-Sólo era un papel pequeñito.
-No era UN papel. Era EL papel. ¡El que me lanzaría a la fama! ¡Actuaría por teatros de todo el mundo, y luego me llamarían para papeles más grandes y…!-se emocionó. Aunque de repente volvió a la realidad.-Pero eso no pasará, porque no me han llamado.
En el instante en que terminó de decir esas palabras sonó el teléfono. Se quedó un momento paralizada y cruzó una mirada con su madre:
-¿Será…?-la mujer se encogió de hombros.-¿Dígame?-se quedó un buen rato escuchando, y, mientras lo hacía, una enorme sonrisa se fue dibujando en su cara.-¡Gracias, muchas gracias!-y colgó.-¡Me lo han dado, me lo han dado, me lo han dado!
Y salió corriendo de su casa, sin acordarse siquiera de coger las llaves, para contárselo a todo el mundo.

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